12 de octubre de 2006

Los ayeres

Hoy me preguntaron, con toda inocencia, si extrañaba Alemania.

Yo no soy muy dado a contestar exactamente lo que me preguntan, y este cuestionamiento en particular me sumió en un profundo filosofar del que tan no me he repuesto, que tuve que venir a comentar públicamente al respecto. Pensé, y traté de explicar, que en primer lugar es raro el caso en que realmente extrañe uno un lugar. Uno extraña a la gente en primera instancia, y uno añora momentos que tuvieron lugar, valga la redundancia, en el lugar que decimos extrañar. Mi vida en Alemania fue de una manera y no pudo haber sido de otra. Si siguiese ahí, seguiría extrañando México, a la vez que extrañaría el Karlsruhe de meses atrás, igual que extraño Cancún pero también Querétaro, con el descubrimiento de la belleza del pasado.

La gente que conocí en Karlsruhe, la vida que llevé, la persona en que me convertí, son parte de lo que sigo siendo hoy. Extrañar es recordar en positivo, en colores brillositos. Es querer repetir, darse cuenta de lo único que es un momento. Todo mi tiempo allá fue único y así lo extraño. Pero ante la pregunta de si lo extrañaba empecé a extrañar también el tiempo de antes de irme. Querétaro aquí sigue, yo aquí sigo, y estoy rodeado de gente que quiero muchísimo. Por otro lado, extraño Querétaros pasados, los que eran y que fueron, marcados por momentos que ahora se me hacen tan cortos, tan obvios y tan pasados…. El hoy de ayer está lleno de gente que también extraño, que no dejo de querer, que no deja de perseguirme, y que me ilumina el día con su recuerdo. La misma gente que hoy veo a mi alrededor, y que formaron parte de otro tiempo de este mismo lugar, los extraño y los quiero por lo que eran, además de por lo que son.

Justo antes de irme de Karlsruhe, con el corazón hecho un enredijo caótico y la garganta seca, pensaba en lo idóneo del momento de mi partida, ya que de haberme quedado más tiempo lo habría hecho en una ciudad de fantasmas. Tenemos esa costumbre de dispersarnos y movernos, de unirnos y separarnos en medio de coincidencias inverosímiles, de cambiar cada segundo de nuestras vidas por uno nuevecito sin dejar ir el viejo segundo del todo.

Hoy extrañé tantísimos momentos, a tantísimas personas. Reviví selectivamente el pasado, que no es más que la colección de todo lo que no nos está pasando ahorita mismo. Pensé en Karlsruhe, sí, pero también en Aswan, en Vienna, en Cancún, en Londres, en Meersburg, en La Rochelle, en Oaxaca, en Tequisquiapan, Custepec, San Clemente, Orlando, Puerto Aventuras, Jalcomulco.

He vivido tan bien, tantas cosas. Me asusta la posibilidad de olvidar algunas de ellas. Pero cada vez me asusta menos dejar atrás el presente. Sé que los momentos y las personas se quedan conmigo, y que siempre habrá algo de nuevo y de bueno escondido en mañana, que siempre puedo estar orgulloso de ayer y agradecido por hoy. No vale quedarse colgado, extrañando. Vale extrañar, y es justo hacerlo. Más aún, hay que hacerlo: recordar, revivir, pero no dejar a los recuerdos robarse el presente. Estamos generando nuevos momentos que añorar, estamos jugando a la cuerda floja entre el pasado y el presente. Pero estamos, sobre todo, aquí. Hoy te extraño y me extraño, hoy te quiero, hoy estamos. A todos los que han estado, y a todos los que están, mil gracias!

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