20 de agosto de 2007
13 de agosto de 2007
Bourne
Vuelvo del cine.
Curiosamente, la película no me impulsa a escribir por su contenido, sino más bien porque, como tantas cosas, activó mi memoria en una forma más bien peculiar.
Esta es la primera película de la trilogía de Jason Bourne que veo en el cine. La primera de ellas la ví en León, Gto., comiendo una pizza crunchy de Domino's. No logro acordarme bien si era una especie de lunch-break en medio de uno de esos momentos en que realmente estabamos siendo productivos con el asunto de Didacticromos, o si nomás era la comida de un sábado o domingo dedicado primordialmente a la pereza.
Creo que era lo primero.
En todo caso, me acordé de esa casa, con todas sus ramificaciones. Didacticromos, 15 de septiembre/Guanajuato (dos veces), un par de antros, boxeo, una historia en particular que se cortaba y luego empezaba de nuevo. El Arco del Milenio y la larga entrada al club La Hacienda.
Cómo saber de qué nos vamos a acordar mañana?
Curiosamente, la película no me impulsa a escribir por su contenido, sino más bien porque, como tantas cosas, activó mi memoria en una forma más bien peculiar.
Esta es la primera película de la trilogía de Jason Bourne que veo en el cine. La primera de ellas la ví en León, Gto., comiendo una pizza crunchy de Domino's. No logro acordarme bien si era una especie de lunch-break en medio de uno de esos momentos en que realmente estabamos siendo productivos con el asunto de Didacticromos, o si nomás era la comida de un sábado o domingo dedicado primordialmente a la pereza.
Creo que era lo primero.
En todo caso, me acordé de esa casa, con todas sus ramificaciones. Didacticromos, 15 de septiembre/Guanajuato (dos veces), un par de antros, boxeo, una historia en particular que se cortaba y luego empezaba de nuevo. El Arco del Milenio y la larga entrada al club La Hacienda.
Cómo saber de qué nos vamos a acordar mañana?
11 de agosto de 2007
Bicla
Ya usé mi bici para aquello para lo que la compré! Yei! Hurra por mí!
Lo más curioso es que creí que tendría que recorrer grandes distancias para llegar a algún lugar decente pa' pedalear (vease: la hora de sierra que nos echábamos en Querétaro), y la neta es que no. No fuimos, ni mucho menos, a la Mecca de la pedaleada, pero estaba muy decente, y es un "parque" que queda más cerca que algunos lugares a los que a veces me voy a comer durante el lunch! Sin tráfico son como 7 minutos de mi casa pa'llá, fácil. Impresionante, además, que haya un parque así literalmente enmedio de la ciudad.
Total, me sentí muy contento de haber ido, de hacer circular tantito la sangre. Preveo que mañana no me voy a poder sentar, pero igual y me aferro y (si me paro) voy mañana también. Si no es mucho el dolor.
También me inscribí a la liga de tennis!
Ja! todo un deportista, yo...
Lo más curioso es que creí que tendría que recorrer grandes distancias para llegar a algún lugar decente pa' pedalear (vease: la hora de sierra que nos echábamos en Querétaro), y la neta es que no. No fuimos, ni mucho menos, a la Mecca de la pedaleada, pero estaba muy decente, y es un "parque" que queda más cerca que algunos lugares a los que a veces me voy a comer durante el lunch! Sin tráfico son como 7 minutos de mi casa pa'llá, fácil. Impresionante, además, que haya un parque así literalmente enmedio de la ciudad.
Total, me sentí muy contento de haber ido, de hacer circular tantito la sangre. Preveo que mañana no me voy a poder sentar, pero igual y me aferro y (si me paro) voy mañana también. Si no es mucho el dolor.
También me inscribí a la liga de tennis!
Ja! todo un deportista, yo...
10 de agosto de 2007
En la carretera.
La vida -me resulta evidente por momentos y luego como que se me olvida temporalmente- tiene un sabor más fresco que dulzón. Termino de ver la tercera parte de El Padrino, culminando el maratón trilogístico que tuvo que suspenderse días antes por razones de trabajo (y porque me quedé dormido exactamente dos minutos antes del final de la segunda), y después de una parada breve, manejo a casa.
Basta una canción alegre de ese pobre iPod que parece no tener la más remota idea de mis preferencias para hacerme bajar las ventanas y sonreirle al viento de la noche. Siempre que hago eso (abrir la ventana para sonreírle al viento de la noche, quizá sacar la mano y jugar -como los niños- con el viento causado por la velocidad del carro, escuchar una canción alegre) me pongo de buenas. O tal vez hacerlo es simplemente un síntoma de mi estatus de buenas. No sé, pero recuerdo que a veces, a punto de llegar a mi casa en el 117 de Paseo Constitución (cuándo en mi vida cancunense habría imaginado yo que iba a vivir en un lugar con ese nombre?), daba yo vuelta a la derecha en lugar de a la izquierda, y tomaba el camino largo. El camino largo siendo, claro, los 15-20 km que tiene de largo ese triángulo ovalado que forman Bernardo Quintana, 5 de Febrero (cumpleaños de mi papá!), y la carretera a México. Sólo se puede hacer algo así de noche, por supuesto, y me tomaba como 15 minutos dar la vuelta completa. Abría mi ventana, y la ventana de atrás, convencido de que eso creaba el flujo de aire más disfrutable, y ponía música alegre. Ni siquiera hacía falta manejar muy rápido, aunque a veces sí era recomendable agregar la calefacción porque el viento nocturno de Querétaro puede ponerse medio frío.
Siempre me gustó manejar, y salvo en ciertas ocasiones lo hago siempre que puedo. Estar parado en el tráfico, no, eso no es manejar. Moverse, digo, la sensación del viento, la sensación de que vas, aunque sea que vayas al mismo lugar al que ibas de por sí, por un camino más largo. En ese viento es donde a veces me acuerdo que la vida siempre tiene algo nuevo, y puede estar en moverse entre algo estático.
Será posible que baste con sonreír y poner buena música pa' ser feliz?
Basta una canción alegre de ese pobre iPod que parece no tener la más remota idea de mis preferencias para hacerme bajar las ventanas y sonreirle al viento de la noche. Siempre que hago eso (abrir la ventana para sonreírle al viento de la noche, quizá sacar la mano y jugar -como los niños- con el viento causado por la velocidad del carro, escuchar una canción alegre) me pongo de buenas. O tal vez hacerlo es simplemente un síntoma de mi estatus de buenas. No sé, pero recuerdo que a veces, a punto de llegar a mi casa en el 117 de Paseo Constitución (cuándo en mi vida cancunense habría imaginado yo que iba a vivir en un lugar con ese nombre?), daba yo vuelta a la derecha en lugar de a la izquierda, y tomaba el camino largo. El camino largo siendo, claro, los 15-20 km que tiene de largo ese triángulo ovalado que forman Bernardo Quintana, 5 de Febrero (cumpleaños de mi papá!), y la carretera a México. Sólo se puede hacer algo así de noche, por supuesto, y me tomaba como 15 minutos dar la vuelta completa. Abría mi ventana, y la ventana de atrás, convencido de que eso creaba el flujo de aire más disfrutable, y ponía música alegre. Ni siquiera hacía falta manejar muy rápido, aunque a veces sí era recomendable agregar la calefacción porque el viento nocturno de Querétaro puede ponerse medio frío.
Siempre me gustó manejar, y salvo en ciertas ocasiones lo hago siempre que puedo. Estar parado en el tráfico, no, eso no es manejar. Moverse, digo, la sensación del viento, la sensación de que vas, aunque sea que vayas al mismo lugar al que ibas de por sí, por un camino más largo. En ese viento es donde a veces me acuerdo que la vida siempre tiene algo nuevo, y puede estar en moverse entre algo estático.
Será posible que baste con sonreír y poner buena música pa' ser feliz?
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