10 de agosto de 2007

En la carretera.

La vida -me resulta evidente por momentos y luego como que se me olvida temporalmente- tiene un sabor más fresco que dulzón. Termino de ver la tercera parte de El Padrino, culminando el maratón trilogístico que tuvo que suspenderse días antes por razones de trabajo (y porque me quedé dormido exactamente dos minutos antes del final de la segunda), y después de una parada breve, manejo a casa.
Basta una canción alegre de ese pobre iPod que parece no tener la más remota idea de mis preferencias para hacerme bajar las ventanas y sonreirle al viento de la noche. Siempre que hago eso (abrir la ventana para sonreírle al viento de la noche, quizá sacar la mano y jugar -como los niños- con el viento causado por la velocidad del carro, escuchar una canción alegre) me pongo de buenas. O tal vez hacerlo es simplemente un síntoma de mi estatus de buenas. No sé, pero recuerdo que a veces, a punto de llegar a mi casa en el 117 de Paseo Constitución (cuándo en mi vida cancunense habría imaginado yo que iba a vivir en un lugar con ese nombre?), daba yo vuelta a la derecha en lugar de a la izquierda, y tomaba el camino largo. El camino largo siendo, claro, los 15-20 km que tiene de largo ese triángulo ovalado que forman Bernardo Quintana, 5 de Febrero (cumpleaños de mi papá!), y la carretera a México. Sólo se puede hacer algo así de noche, por supuesto, y me tomaba como 15 minutos dar la vuelta completa. Abría mi ventana, y la ventana de atrás, convencido de que eso creaba el flujo de aire más disfrutable, y ponía música alegre. Ni siquiera hacía falta manejar muy rápido, aunque a veces sí era recomendable agregar la calefacción porque el viento nocturno de Querétaro puede ponerse medio frío.
Siempre me gustó manejar, y salvo en ciertas ocasiones lo hago siempre que puedo. Estar parado en el tráfico, no, eso no es manejar. Moverse, digo, la sensación del viento, la sensación de que vas, aunque sea que vayas al mismo lugar al que ibas de por sí, por un camino más largo. En ese viento es donde a veces me acuerdo que la vida siempre tiene algo nuevo, y puede estar en moverse entre algo estático.
Será posible que baste con sonreír y poner buena música pa' ser feliz?

2 comentarios:

Uli dijo...

Me acorde cuando nos exploto la llanta aquella vez..

Unknown dijo...

El viento... mi elemento favorito es como la caricia de algo muy grande. Siempre me hace sonreír y con eso sentirme felíz. Besos